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Entrevista acoso escolar



DOSSIER DE ENTREVISTAS 

"Una persona sola no es capaz de cometer acoso escolar, necesita el respaldo de otras"

Una sesión organizada por Fesanpas ofrece esta tarde en A Estrada claves para reconocer posibles situaciones de agresión en las aulas

 Nuria Pereira, ayer, en Santiago de Compostela. // Xoán Álvarez

                                              
SILVIA ALENDE Natural de Santiago de Compostela, la genética de Nuria Pereira es heredera de variadas culturas. Quizás eso pueda influir en que el acoso escolar o bullying sea una materia que despertó en ella el interés hace ya años a pesar de que la vigilancia y control de esta práctica no cuente todavía en España con los niveles de sensibilización que pueden existir en otros países europeos. Esta tarde, la directora del Instituto Europeo Campus Stellae ofrecerá a las 20.00 horas en el restaurante Samaná una charla sobre estos casos organizada por la Federación de Asociacións de Nais e Pais da Estrada (Fesanpas). Lograr la implicación de alumnado, profesores y padres se presenta a continuación como una de las claves para poner remedio a un tipo de agresión que puede derivar en consecuencias muy graves.

-El suicidio de una joven motivado, supuestamente, por el acoso escolar que sufría en su centro de estudios ha reabierto el debate sobre esta problemática. ¿Es el bullying algo frecuente en las aulas?

-Es un problema diario, no frecuente. Se produce mucho más de lo que se llega a tener constancia. Lo que pasa es que no se denuncia y las víctimas son las últimas en querer decir algo por el miedo a las represalias.

-¿Cómo se define el acoso escolar?

-Pues lo más importante es precisamente definirlo y para ello hay que borrar el falso mito de que se trate de un delito cometido por una sola persona. El bullying o el acoso escolar se produce por la conjunción de hay varios ingredientes: el actor, el actor pasivo, el que hace acto de presencia -que no interviene pero está-, el animador y después el mínimo o outsider, el que está fuera y que, sin embargo, al estar dentro de la clase y no intervenir defendiendo a las víctimas se convierte en cómplice.

-Es decir, una conjunción que acaba por reforzar la actitud del agresor...

-Exactamente, porque con que haya solo un agresor no es suficiente. Una persona no es capaz de cometer una agresión si no tiene al menos una o dos personas respaldándole, aunque sea solo con la presencia.

-Esta situación, ¿de qué modo se manifiesta en la víctima?

-Depende de la edad. Cuando son pequeñitos lo primero que hacen es decir que no quieren ir al colegio, que están muy cansados y lo somatizan en el estómago o la cabeza. Cuando ya van avanzando en la edad escolar suelen ir mal en el estudio o, por el contrario, hay gente brillante. Hay quien saca todo sobresalientes y es víctima. A lo mejor se convierten en personas más introvertidas. Otras, por el contrario, en muy extrovertidas, porque buscan de algún modo superar ese acoso. Entonces, es un gran error marcar un perfil de víctima.

-En todo caso y partiendo de la dificultad de establecer ese perfil que señala, ¿cómo pueden padres y profesores reconocer los casos de acoso escolar?

-Para reconocerlo es importantísimo reforzar el diálogo y la comunicación, que es algo de lo que hoy se carece. Los profesores achacan a los padres y madres la culpa de no educar en su casa y, por otro lado, los padres y madres echan la pelota al campo de los profesores y eso es un error. Es una cuestión de conjunto. Al niño, en clase, se le forma en una serie de materias, entre ellas la convivencia. Pero está claro que la casa es fundamental y hoy, a pesar de que tenemos más tecnología que nos permitiría dedicar más horas a los hijos, al final ocurre todo lo contrario. Los pocos espacios comunes están normalmente ante la televisión y lo que falla es precisamente la comunicación.

-¿Hay un rango de edad en el que se manifiesta más el acoso?

-Conforme evoluciona el nivel de madurez mental de los niños. En guarderías y preescolar es difícil y, si se produce, es más fácilmente encauzable porque hay un contacto directo del profesor. Después, parece que ese niño entra en tierra de nadie. Los patios no son supervisados y no se juega, a pesar de que los juegos son una herramienta fundamental para educar en la comunicación y en la competitividad sana.

-En el caso de los niños más pequeños que, en muchas ocasiones, no tienen todavía facilidad para transmitir verbalmente lo que ocurre ¿cómo se pueden detectar estas situaciones?

-Profesionalmente soy grafóloga y precisamente a través de los dibujos y las letras puede detectarse cuando una persona está siendo maltratada. Es importantísimo y muy útil con los niños pequeños, que se comunican con el mundo con dibujos y trazos y, para nosotros, esa es una prueba clave y fundamental.

-¿Qué tipo de prácticas se consideran de acoso?
-Son el típico insulto, ese adjetivo peyorativo repetido constantemente, los pequeños robos o deterioro del material: un día se coge un bolígrafo, otro día la goma de borrar, otro día se arranca la hoja de los apuntes.... Eso ya es acoso escolar, aunque no haya un golpe bruto o pelea. Es el gota a gota.

-¿Es necesario, entonces, que esas actitudes sean reiteradas para que puedan catalogarse como bullying?

-Normalmente y por tener una referencia se considera que ha de producirse más de tres veces. De todos modos, no se funciona tanto con estadísticas sino teniendo en cuenta la intensidad así como quién es la víctima y quienes los agresores porque con una vez puede ser suficiente también.


Fuente: Faro de Vigo


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