¿por qué vestimos de negro cuando estamos de luto?
Instituto Europeo Campus Stellae
Área de Protocolo y Ceremonial
Por NURIA PEREIRA
Directora IECS.
Durante siglos el luto ha sido de color negro como forma de mostrar
la pena por la muerte de un ser querido. En el mundo occidental el negro
es el color de la oscuridad y lo desconocido. Pero como ya comenté en
otros artículos, también el color blanco o el rojo predominaban en las
ceremonias funerarias. El uso del color blanco en Europa se extendió a
partir del siglo II y fue el color del luto en la Edad Media. También en
gran parte de los países de Asia es el blanco por tradición el color
del luto, que simboliza la luz hacia la que caminan los que ya han
dejado este mundo terrenal.
La historia del luto en negro comienza en el s. XV en la Corte de los
Reyes Católicos. Una época llena de referentes en el mundo de la
política, la religión y la cultura en la que destacó de un modo especial
la figura de la Reina Isabel I de Castilla, La Católica, que era
conocida por su carácter y personalidad.
1497 fue un año difícil para los Reyes Católicos, tanto en los personal como en temas de Estado. Ese mismo año en plena guerra con los musulmanes, y con la Inquisición en uno de sus puntos álgidos, muere su segundo hijo, el príncipe Juan. Hacía poco también se había muerto su primogénita Isabel y en general los cimientos del Reino de Castilla se tambaleaban por el descontento generalizado de los campesinos y nobles. Según relata la historia, fue tal el dolor de la reina Isabel por la pérdida de su hijo Juan, que mandó pintar su habitación de color negro y vistió de ese color durante mucho tiempo. Por ello, ella y su esposo, el Rey Fernando, ordenaron la Pragmática de Luto y Cera, que imponía que el luto debía representarse con el color negro. Esta nueva ley prohibía la presencia de plañideras en los velatorios, así como los gritos o muestras exageradas de dolor. Tras la promulgación de esta ley, los actos fúnebres y el tiempo de luto fue tan estricto que las mujeres viudas se pasaban el primer año de velatorio encerradas en un cuarto tapizado de negro, vestidas también de negro, en soledad y aislamiento y sin darles un rayo de sol.
En el libro de Enrique Casas (1947) Costumbres españolas de nacimiento, casamiento y muerte, se dice que el luto en aquella época condenaba a los parientes y amigos del finado al estado de tristeza, de retraimiento, pero también a la parquedad en adornos, a una vida piadosa, a la reclusión y a la soledad. El luto no era solo llevar vestimenta negra, sino además actitudes y prácticas dirigidas a vivir sumido en la tristeza como muestra de fidelidad y respeto al fallecido. Los hombres no debían afeitarse, las mujeres debían hablar poco, comer poco y llevar una vida austera. Los vecinos tenían la obligación de dar el pésame, de ahí que durante días se dejase la puerta de la casa del fallecido abierta para que la gente se acercara.
La Ley de Luto y Cera fue tan estricta que tuvo muchas críticas durante su vigencia. En 1729 el primer Borbón, Felipe V, decidió hacer cambios como limitar a seis meses el periodo de luto, y que el uso del negro sólo fuese dentro de las viviendas.
En el siglo XX el luto, sobre todo en mujeres, consistía en vestir de negro, incluso los complementos, como el abanico, pendientes, pañuelo, sombrero, bolso, zapatos y collares. Las únicas joyas que podían llevar eran el azabache, la amatista y el ónice, por ser piedras oscuras. Se les prohibió ir a entierros por ser un acto sobrio y silencioso donde los llantos exagerados no estaban bien vistos.
En la actualidad, algunas normas siguen arraigadas y se viste de negro, pero por mi parte sería mejor asociar el luto al blanco como hacen otras culturas como símbolo de luz y renacer.
1497 fue un año difícil para los Reyes Católicos, tanto en los personal como en temas de Estado. Ese mismo año en plena guerra con los musulmanes, y con la Inquisición en uno de sus puntos álgidos, muere su segundo hijo, el príncipe Juan. Hacía poco también se había muerto su primogénita Isabel y en general los cimientos del Reino de Castilla se tambaleaban por el descontento generalizado de los campesinos y nobles. Según relata la historia, fue tal el dolor de la reina Isabel por la pérdida de su hijo Juan, que mandó pintar su habitación de color negro y vistió de ese color durante mucho tiempo. Por ello, ella y su esposo, el Rey Fernando, ordenaron la Pragmática de Luto y Cera, que imponía que el luto debía representarse con el color negro. Esta nueva ley prohibía la presencia de plañideras en los velatorios, así como los gritos o muestras exageradas de dolor. Tras la promulgación de esta ley, los actos fúnebres y el tiempo de luto fue tan estricto que las mujeres viudas se pasaban el primer año de velatorio encerradas en un cuarto tapizado de negro, vestidas también de negro, en soledad y aislamiento y sin darles un rayo de sol.
En el libro de Enrique Casas (1947) Costumbres españolas de nacimiento, casamiento y muerte, se dice que el luto en aquella época condenaba a los parientes y amigos del finado al estado de tristeza, de retraimiento, pero también a la parquedad en adornos, a una vida piadosa, a la reclusión y a la soledad. El luto no era solo llevar vestimenta negra, sino además actitudes y prácticas dirigidas a vivir sumido en la tristeza como muestra de fidelidad y respeto al fallecido. Los hombres no debían afeitarse, las mujeres debían hablar poco, comer poco y llevar una vida austera. Los vecinos tenían la obligación de dar el pésame, de ahí que durante días se dejase la puerta de la casa del fallecido abierta para que la gente se acercara.
La Ley de Luto y Cera fue tan estricta que tuvo muchas críticas durante su vigencia. En 1729 el primer Borbón, Felipe V, decidió hacer cambios como limitar a seis meses el periodo de luto, y que el uso del negro sólo fuese dentro de las viviendas.
En el siglo XX el luto, sobre todo en mujeres, consistía en vestir de negro, incluso los complementos, como el abanico, pendientes, pañuelo, sombrero, bolso, zapatos y collares. Las únicas joyas que podían llevar eran el azabache, la amatista y el ónice, por ser piedras oscuras. Se les prohibió ir a entierros por ser un acto sobrio y silencioso donde los llantos exagerados no estaban bien vistos.
En la actualidad, algunas normas siguen arraigadas y se viste de negro, pero por mi parte sería mejor asociar el luto al blanco como hacen otras culturas como símbolo de luz y renacer.
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